Rosas, Lavalle y una política con fines trascendentales

La guerra contra el Imperio del Brasil transcurrida entre los años 1825 y 1828, finalizó con una derrota diplomática para la Argentina. Las grandes victorias en los campos de batalla no pudieron ser capitalizadas ya que el conflicto culminó con la independencia del territorio en disputa, esto es la Banda Oriental del Río de La Plata. Nacía una nueva nación: La República Oriental del Uruguay. Cupo al entonces gobernador de Buenos Aires, Coronel Manuel Dorrego, celebrar en esos términos la Convención Preliminar de Paz con el Brasil. Fue el criterio de la diplomacia inglesa, mediadora en el asunto, que compartieron tanto unitarios como federales, las dos facciones rivales de la política interna por ese entonces. Pero el mayor malestar frente a los términos del acuerdo celebrado se manifestó en las tropas nacionales al regresar del teatro de operaciones. Esta circunstancia será aprovechada por el grupo unitario para destituir al gobernador legal Manuel Dorrego. El 1° de Diciembre de 1828 estalla en Buenos Aires una revolución protagonizada por los veteranos de guerra, encabezada por el Gral. Juan Lavalle, quien logra el objetivo de derrocar a Dorrego y se hace proclamar gobernador de facto. El gobernador legal huye hacia la campaña bonaerense para unirse al comandante de los Colorados del Monte el Brigadier Juan Manuel de Rosas. Este habría recomendado a Dorrego no arriesgar una batalla frontal contra Lavalle ya que sus tropas veteranas eran superiores a las milicias federales, para en cambio replegarse hacia Santa Fe en busca del apoyo prometido por el gobernador de esa provincia el Mariscal Estanislao López. La soberbia de Dorrego unida a su orgullo porteño lo llevó a hacer caso omiso a tal recomendación y a presentar batalla en los campos de Navarro donde fue completamente derrotado, tomado prisionero para días después ser ejecutado por orden de Lavalle. Magnicidio innecesario que desató una cruenta lucha que se extenderá por varios años. Desaparecido Dorrego, Rosas se convierte en el principal referente del federalismo porteño y junto a López y las milicias santafesinas derrota a Lavalle en Puente de Márquez. Sitiada Buenos Aires, abandonado Lavalle por los referentes del unitarismo que huyen a Montevideo sin que nadie los eche, se decide a entablar negociaciones con Rosas. Ambos coincidirán que todo lo sucedido es “un asunto entre porteños”. Se inaugura lo que el historiador Vicente Sierra denomina “Política de Fines Trascendentales” consistente en el intento de una fusión de los partidos en pugna, rescatando los elementos más moderados de cada uno. El resultado que se proponían era la desaparición de unitarios y federales como entidades políticas, como única posible solución a las discordias. Los acuerdos entre Rosas y Lavalle, primero en Cañuelas y luego en Barracas, terminarán en un rotundo fracaso como consecuencia de la oposición de los sectores más extremos de ambos partidos. Los unitarios no querían dejar el poder usurpado y los federales dorreguistas clamaban venganza. La conciliación había fracasado. Lavalle se aleja del país y Rosas es ungido gobernador legal de Buenos Aires. Paradójicamente,  los federales partidarios de Dorrego, el gobernador fusilado, también denominados federales “principistas”, apodados “lomos negros”, en breve se transformarán en sus más acérrimos opositores políticos. Algunos de ellos emigraron a Montevideo donde harán causa común con sus enemigos unitarios de la víspera, en sus propósitos de derrocar a Rosas. El odio a Rosas, quien había intercedido oportunamente para salvar la vida de Dorrego y gracias a quien el federalismo había recuperado el poder, superó ampliamente el rencor hacia quienes habían sido los verdugos de su malogrado jefe político. La conciliación propuesta por Rosas y Lavalle mediante la fusión de los dos partidos llegaba tardíamente y devenía inoportuna. Paradoja de la historia que costó una  larga y desgastante guerra civil.-

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