Cartas de San Martín a Rosas

La asunción al Trono de Francia del Rey Luis Felipe de Orleans significó un cambio de dinastía para ese país europeo. Ello trajo aparejado un rumbo diferente en materia económica, que se tradujo en un marcado impulso del desarrollo industrial y la consecuente superproducción de manufacturas, como así también el incremento de la desocupación a raíz de la mayor tecnificación alcanzada. De repente, Francia se vio en la obligación de salir a la búsqueda de nuevos mercados donde colocar los excedentes de su industrialización y capturar posesiones territoriales que le permitan albergar la mano de obra desocupada. A tales efectos, tanto en Oriente como en África los franceses impulsaron una política expansionista de colonización agresiva, reservando para las ex colonias españolas en América un trato diferente consistente en lograr ese expansionismo comercial sobre la base de tratados. En tal sentido, el Rey Luis Felipe se adelantó a reconocer inmediatamente la independencia de las nuevas naciones americanas. No tardará Francia en utilizar la coerción para el logro de sus objetivos comerciales en la ex América Española. Los designios principales: México y la Argentina. Era el encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina el Gobernador de Buenos Aires Don Juan Manuel de Rosas, quien actuó de manera enérgica ante la presión ejercida por los representantes franceses en el Plata (jefe de escuadra naval y cónsul) para obtener un tratado que colocara a su país en posición ventajosa respecto a otros, careciendo éstos de acreditación diplomática para hacerlo. Con el pretexto de defender de supuestos malos tratos a un pequeño grupo de residentes franceses en Buenos Aires (algunos estaban detenidos por delitos graves), se dieron a la acción mediante el bloqueo del puerto y la toma de la isla Martín García. Dos actos propios de una guerra, pero sin declararla por devenir innecesario, ya que contaban con la alianza del presidente del Uruguay Fructuoso Rivera, quien había obtenido ese cargo producto de un golpe apoyado por los franceses. Rivera sí declaró la guerra a Rosas y contó con el apoyo de los argentinos emigrados residentes en Montevideo, enemigos de Rosas. Todos bajo el amparo del país de la Marsellesa. Pero Rosas no estaba solo. Desde su retiro de Grand Bourg, enterado de los sucesos que amenazaban a su patria, el General San Martín le escribe una carta al Restaurador en la que, luego de hacer una reseña de su situación personal y recordar su frustrado retorno al país en 1829, le dice: “… ignoro los resultados de esta medida (se refiere al bloqueo francés a Buenos Aires); si son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano; pero en mis circunstancias y la de que no se fuese a creer que me supongo un hombre necesario, hacen por un exceso de delicadeza que Ud. sabrá valorar, si Ud. me cree de alguna utilidad, espero sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la patria honradamente, en cualquier clase que se me destine”. Meses después y conocedor el General San Martín de la colaboración prestada por Francia a los enemigos de Rosas para atacarlo, con el General Lavalle a la cabeza, desde Grand Bourg escribe una nueva carta a Rosas calificando como un violento abuso de poder a la acción armada de Francia, atribuible a una creencia de superioridad que deriva en la impunidad de esa nación para atacar a otras más débiles. El remate de esta misiva no tiene desperdicio. Dice el Libertador: “Pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria; … Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. Nadie le quita al General Lavalle su gloria de héroe de la Independencia, ni a Juan Bautista Alberdi el mérito de ser uno de los padres de la Organización Nacional, pero esas letales palabras de San Martín estaban dirigidas a ellos, entre otros tantos. Lavalle por cómplice ejecutor de la intervención francesa, Alberdi por justificarla transformándose en su sostenedor intelectual.-

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